La terrible situación es la siguiente: más del 30% de los alimentos que se producen en el Perú se desechan. Estos suelen encontrarse en óptimas condiciones y podrían ser consumidos por poblaciones vulnerables que los necesitan, pero no. Lamentablemente, muchas empresas envían sus insumos a los rellenos sanitarios cuando estos ya no tienen valor comercial; es decir, cuando están en buen estado, pero se acerca su fecha de vencimiento, o porque el empaque tiene errores o las promociones comerciales han vencido (como los panetones de Navidad en enero).
Por otro lado, existen miles de peruanos que padecen de inseguridad alimentaria. Ello significa que no poseen comida de forma constante y que por ello no se nutren adecuadamente. Con el objetivo de darles la vuelta a estas adversidades es que nace en el 2014 el primer banco de alimentos del país.
“Nuestra misión es luchar contra el hambre y el desperdicio de comida. En ese sentido, somos intermediarios. Primero nos contactamos con empresas productoras o supermercados y ellos nos donan la comida sin valor comercial. Nosotros, a su vez, les damos un certificado que pueden usar como crédito fiscal para reducir impuestos. Todos esos alimentos, en segundo lugar, los distribuimos en albergues, colegios, asilos y comedores populares. A la fecha son más de 160 las organizaciones sociales que ayudamos”, explica Daniela Osores, gerenta general del banco.
Agrega que son varias las formas en que se puede contribuir con esta labor. Una de ellas, claro, es mediante la donación, si se tiene una empresa que produce o vende alimentos. Otra, si es una persona natural, es a través de donaciones de dinero, mensuales o eventuales. “Con 25 soles al mes podemos alimentar a un niño todo ese tiempo. También necesitamos voluntarios que supervisen, por ejemplo, la entrega de comida de la puerta de Plaza Vea hasta la puerta de una escuela pública. Siempre hay formas de ayudar”.